La salida a la luz de un nuevo libro de poesía no
fue nunca una fiesta, quizá porque en sus orígenes la poesía no se publicaba,
se difundía, sí, y a viva voz, lo cual era motivo de general alborozo,
acostumbraba a correr el vino y todos los partícipes accedían a otra dimensión.
Hoy, en medio de terribles convulsiones, que anuncian acaso el final de nuestra
civilización, la palabra poética es una florecilla franciscana, que asoma sus
estambres tímidamente en medio del lodazal.
Pero, por eso mismo, cuando algunos se preguntan –y
están en su derecho- para qué más poetas, hay que incidir en la necesidad del
discurso poético, de la palabra creadora, capaz de borrar o, al menos,
desenmascarar las insidias de un lenguaje, de toda una cultura, fuertemente
manipulados, pues dejarlos en cueros equivale a restituirles la inocencia y,
por tanto, la libertad.
Es aquí donde intenta situarse la idea que, acerca
del realismo utópico, sostiene Carlos
Guerrero. El poeta zamorano, incorporado desde hace tiempo al parnaso andaluz,
ahonda en ella en su nuevo libro, Bosque
de eucaliptos, que publica Vitruvio y que será presentado en Madrid el
próximo mes de octubre. Con la primicia de las galeradas, nos acercamos al
autor, con quien hemos podido conversar sobre el libro.
Lo que sigue es el resumen de esta conversación,
que tuvo lugar en un céntrico hotel de Jerez de la Frontera, luego de un buen
yantar, al ibérico modo, mejor beber y un café con bandera y banda de música
para mantener vivo el ingenio, que falta hacía, abrumados por el calor que, muy
pronto, se hizo refrescante –todo un milagro- y dio paso a la cordialidad.
* * * * *